23.11.2021

Doscientos años después del anhelado sueño de libertad

¿Qué pensarían nuestros próceres respecto a nuestro hoy vivir? ¿Han sido suficientes esfuerzos en la lucha por la libertad y la democracia?

Existe una pregunta llana en las mentes de algunes de los que nos planteamos la política como una práctica inminente en la emancipación de los pueblos de nuestra región centroamericana… ¿Qué pensarían nuestros próceres respecto a nuestro hoy vivir? ¿Han sido suficientes esfuerzos en la aclamada lucha por la libertad y la democracia? 

O seríamos juzgades por los ojos acusadores de quienes lucharon y, en muchos casos, dieron su vida por la causa centroamericana. ¿Es menester seguir planteando la causa unionista en nuestro tiempo?

Recordemos que el Siglo XIX estuvo plagado de enormes gestas de lucha en diferentes bandos. Por un lado, personas leales a la corona española y, por otro, criolles que anhelaban emancipación absoluta. Dentro de este grupo, abundaban diferentes posturas políticas e ideológicas que, desde Europa, minaban el pensamiento de nuestres antigues protectores. 

No fueron pocos los colosales eventos que se dieron en la región: desde la independencia de la corona Española y la anexión (y posterior desanexión) al Imperio Mexicano de Iturbide. También, la Federación Centroamericana y sus vastas luchas por solidificarla. De aquí se constituyeron cinco pequeñas repúblicas que se debatían en el nóvel e incipiente sistema liberal burgués de partidos; entre liberales, conservadores y sus futuras facciones, trataron de consolidar democracias entre guerras intestinas y los intereses extranjeros de explotación de las riquezas. En fin, el diario vivir de los finales de ese siglo y principios del siguiente.

En el siguiente siglo continuaron las interminables contradicciones, que dieron también con el comienzo de las dictaduras militares modernas nacidas de los golpes de Estado impulsados por la doctrina MacCarthy (Macartismo) contra las reformas liberales o progresistas en América Latina. El Golpe de Estado a Jacobo Arbenz en Guatemala, por ejemplo, fue uno que tuvo gran importancia por sus consecuencias. Medio siglo después, Guatemala volvió a convertirse en un nuevo campo de batalla, esta vez con el avance del comunismo en el mundo. 

Si bien es cierto, nuestros países han vivido situaciones un tanto similares, pero siempre con sus matices. Honduras y Costa Rica no llegaron a desarrollarse movimientos guerrilleros de gran envergadura que amenazan el poder hegemónico. La intervención estadounidense en la política doméstica ha sido mayormente pronunciada en Honduras que en otros países. En Nicaragua, el FSLN logró derrocar la dictadura imponiendo un gobierno de corte Marxista desde el 79 que sucumbió con la pérdida electoral del 90. 

Costa Rica mantuvo una vida política, social y económica sin mayores sobresaltos, siempre neutral a las situaciones militares. Sin embargo, sí propició los acuerdos de paz en la región - siempre desde su siempre enaltecida teoría de paz y diálogo. 

Guatemala, por otro lado, sufrió como ningún otro los embates del proceso de guerra civil. Se vieron afectadas de manera directa la gran cantidad de etnias y poblados campesinos, algunos arrasados por fuerzas de exterminio y ejércitos irregulares. La cantidad de desapariciones de la región por conflictos políticos, ideológicos era abrumadora. La guerra fue denunciada por la comunidad internacional, ante los oídos sordos del despacho oval.  

Ante el escenario destructivo de la región, enormes rasgos todavía feudales en sus economías, el avance de la izquierda, el desprestigio de las dictaduras militares, el colapso de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y la necesidad de la potencia occidental de pacificar la región, vuelve la democracia liberal a la región. 

Es imposible obviar una enorme cantidad de negociaciones y concesiones entre actores clave: guerrillas, partidos, organizaciones e inclusive países que propiciaron la creencia en estas sociedades de que vendrían tiempos mejores. Esto dejó la impresión que la resolución de los conflictos pasaría por el escrutinio popular transparente, procurando una vez más a la panacea occidental. Sin embargo, al sistema de partidos políticos le cayó la tarea de enmendar los errores de las históricas luchas por el poder.

Este Siglo XXI comenzó con nuevas e inesperadas situaciones entre las facciones políticas ideológicas en la región, acompañados de sendos escándalos. Algunos de ellos: los enormes grados de corrupción que han enviado a muchos funcionarios, entre ellos presidentes, a ser procesados ante los órganos de justicia de sus países. Dichos eventos han sido acompañados por el incesante avance del neoliberalismo que privatizó cuanto pudo encontrar a su paso. 

El Golpe de Estado en Honduras en 2009 toca otro punto toral entre las contradicciones latinoamericanas que afloraron en ese momento, producto del llamado avance de la “Nueva Izquierda”. Este constituyó el primer experimento del nuevo milenio para posteriormente hacer nuevas intentonas (algunas exitosas) de Golpe Blando en otros lugares de América Latina, aprovechando que la muerte de Hugo Chávez Frías procuraba una política interna de contención en Venezuela, gran promotor de los avances de la izquierda en la región. Un ejemplo fue Ecuador en 2010, golpe originado desde una revuelta policial; Brasil en 2016, donde se realizó un juicio político para la destitución de Dilma Rousseff y Bolivia en el 201, que presentó protestas por fraude electoral. 

Todo esto provocó lo que actualmente se ha vuelto una moda en la región el reacomodo de las fuerzas: la construcción de nuevos partidos políticos que desafían el pacto de élites y el bipartidismo, nuevas derechas, nuevas izquierdas y muchos intentos de proyectos políticos peligrosamente indefinidos. Tales procesos van acompañados de la generación de alianzas entre sectores no tan cercanos, pero opuestos a los oficialismos locales. 

El triunfo de Nayib Bukele en la hermana República de El Salvador es punto clave para poder analizar la nueva coyuntura en Centroamérica. Aquí se plantea que, ante los cansados bipartidismos, las nuevas generaciones y sus tecnologías de comunicación e información, a la mano y un mundo cada vez más multipolar, construyen nuevas expresiones de poder y política que desafían las viejas formas de ejercer el poder.  

La próxima contienda para la región se sitúa en Honduras, pues en el mes de noviembre se definirá el combate contra la conocida dictadura de Juan Orlando Hernandez Alvarado (o mejor dicho tiranía). En 12 años, él ha logrado construir un Estado a su imagen y semejanza, y más importante aún para sus intereses políticos y criminales. No solo ha logrado destruir el Estado de Derecho, sino permeado la seguridad y justicia a su antojo. También ha sido el promotor de la venta de grandes regiones del Estado hondureño al mejor postor, como si se tratase de una tienda de caramelos en el mercado capitalino. 

Como contraparte, liderando a la oposición, se encuentra el Partido Libertad y Refundación LIBRE. El ex-presidente Manuel “Mel” Zelaya es el capitán de esta joven institución política, que postula a su esposa Xiomara Castro de Zelaya como candidata a la presidencia de la República. En estas últimas semanas ha logrado la adhesión de otras personalidades, fuerzas políticas y candidatos como Salvador Nasralla, y algunos partidos de oposición como el PSH y PINU. 

Estas elecciones tienen el componente de generar un cambio hacia la izquierda (en alianza con partidos de centro y centro-derecha), obstaculizado en elecciones anteriores por denunciados fraudes electorales ante OEA y UN (o tal vez en contubernio con estas mismas instituciones), fraude que impuso de manera ilegal e ilegítima al actual gobernante de facto. 

El triunfo de Bukele y Castro podría llegar a generar un efecto dominó regional que pueda procurar nuevos cambios, no por sus actores ni sus fuertes partidos, sino por la exigencia de nuevas generaciones que los lleva de la mano al triunfo y la modernización en la región. Estas mismas se encuentran hartas de la corrupción y el crimen organizado gestado desde el poder. 

Centroamérica necesita olvidar el oscurantismo y el conservadurismo, necesita actualizarse a los tiempos que vivimos, no sólo en términos del mundo globalizado que hoy nos hospeda, sino también el cambio de valores que ahora superan a los liderazgos que heredamos de épocas pasadas. El sueño de la mano de la juventud, que no desea seguir viviendo en el olvido y la desigualdad, será convertir en realidad el sueño de soberanía, independencia y libertad, para luego… ¡quién sabe! ¡tal vez soñar en una nueva Centroamérica, una Centroamérica unida, otra vez grande e imponente! Será entonces cuando el paladín, protector de nuestros sueños pueda descansar en paz. ¡Viva Morazán!  

Por Manuel Llopis. Generación Agentes de Cambio, 2010. Informático y político.

Lúdica Política - una revista de Agentes de Cambio

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