¿Qué implica un verdadero proyecto liberador? ¿A qué se enfrentan los feminismos cuándo hablan de democracia e igualdad? Daniela Alfaro analiza los proyectos feministas centroamericanos bajo un lente descolonial.
Con la invasión a América se inicia un nuevo patrón mundial de control de trabajo en el cual se articulan todas las formas de control y explotación del trabajo existente. A los ‘’hombres blancos’’ se les asigna el trabajo asalariado mientras que la esclavitud y servidumbre al ‘’colonizado’’.
Esta distribución contribuyó a excluir al ‘’hombre blancopobre’’ de la esclavitud, permitiéndole adquirir la autonomía necesaria para constituirse como hombre libre.
La ciudadanía, en el marco democrático, se dirigió a un tipo específico de hombre: el ‘’hombre blanco heterosexual’’. Si bien, como lo indica Breny Mendoza (2010), el “hombre blanco pobre” solo pudo acceder a la ciudadanía a través de la relación entre colonialidad del poder y división del trabajo, ‘’la definición de trabajo asalariado como un privilegio de hombres blancos europeos impidió que la mayoría de los hombres blancos pobres cayeran en esclavitud, y los liberó al mismo tiempo del trabajo doméstico’’ (Breny Mendoza, 2010, p. 8 ).
Para poder ser un agregado a la ciudadanía, el “hombre colonizado” desteje las relaciones de solidaridad de sus pueblos, e ingresa al mundo de lo político occidental. Este trata de ser un duplicado del hombre blanco, pero, siendo atravesado por la “raza”, nunca alcanza su mismo estatus.
Las democracias en Latinoamérica no se desligaron de la colonialidad. Para implementar los Estados-Naciones y el ideal de ciudadano, hubo que derramar mucha sangre de la mano de la clasificación racial y de género.
El sometimiento y explotación en América beneficiaron al desarrollo de las democracias en Europa, como lo afirma Breny Mendoza (2010) se trata de una colonialidad de la democracia liberal (p. 8). Las contradicciones de las democracias latinoamericanas son un recordatorio de la propia constitución de la democracia, pues el despojo y genocidios en América fueron parte de los estamentos. El sometimiento y minorización de las mujeres de los pueblos de América permitieron que las alianzas entre hombres colonizadores y colonizados excluyeran a la mujer de la política.
En el avance del frente estatal ocurre un acriollamiento de los hombres, que son capturados primero para defenderse bélicamente de la conquista y luego para negociar la paz. Esos hombres son capturados, secuestrados por los patrones del hombre blanco, por los estilos de sexualidad blanca. La visión, el significado del acceso carnal, cambia completamente. Y el hombre acriollado resulta profundamente transformado y adaptado, porque tiene que hacer una elección, tiene que elegir entre su par, su parcero, su hermano, el hombre blanco, o su mujer, sus hijos y su casa. La interpelación de la masculinidad blanca es muy fuerte, sobre todo porque la masculinidad blanca es vencedora, es victoriosa. Ese hombre se entrega a los mandatos del formato de la sexualidad, del poder blanco y se transforma en el colonizador dentro de casa (Rita Segato, 2016, p. 169).
Se gesta una alianza o pacto entre el hombre blanco y el no blanco. Este último, por su condición de hombre, accede a una cuota de poder. Para ser un agregado de la ciudadanía, la “mujer blanca” también realiza un pacto con el hombre blanco. Con ello se forma una complicidad en la explotación y dominación de los pueblos colonizados
Las contradicciones internas de las democracias capitalistas han terminado beneficiando, sin embargo, a las mujer blancas de la metrópoli, que poco a poco han podido arrancarle una cuota económica y política al pacto social de los hombres blancos – por supuesto, siempre y cuando aceptaran los términos racistas del pacto-; algo que hasta ahora han tranzado con los hombres blancos, particularmente mediante el privilegio heterosexual que se da a través del matrimonio y los beneficios extraídos de las conquistas de los derechos civiles de las personas afroamericanas. El avance de sus derechos civiles puede decirse que ha dependido de la súper explotación de las mujeres negras, latinas e indígenas dentro de sus países, y de las mujeres de la periferia (Breny Mendoza, 2010, p. 26).
La reproducción de los mandatos patriarcales y raciales fundamentó las alianzas que contribuyeron a la constitución no solo de las democracias de los países de América sino también de occidente.
La descolonización del feminismo conlleva destruir todo orden que universaliza y homogeneiza. Cuestiona el ‘’feminismo blanco’’porque se posiciona como la única historia, borrando las historias de las mujeres ‘’no blancas’’, las cuales han sido atravesadas por complejas estructuras de violencia.
Situarnos es parte de descolonizar el feminismo, abrirnos a los feminismos. Cuestiona también todo discurso y práctica que enmascara a la colonialidad, que no solo se encuentra en las raíces de las formaciones de nuestros de Estados, sino, también que está latente, en los espacios institucionales y no gubernamentales que se dicen luchar por la igualdad.
Gran parte de organizaciones no gubernamentales siguen el patrón de las democracias neoliberales y se postulan a favor de la igualdad, postulado que enmascara sus intereses. Al aceptar la gran consigna de la modernidad diferentes pero iguales, Rita Segato (2010) denuncia que:
Estamos creyendo el discurso de la modernidad. Es un discurso igualitario, pero es solamente un discurso. Como muy bien han dicho las juristas feministas desde siempre, es la gran crítica de las juristas feministas, la modernidad tiene un discurso igualitario que enmascara la desigualdad (p. 69).
Este discurso se encuentra en las bases de algunas organizaciones de un gran número de feministas. En este fenómeno, el feminismo se ve envuelto en la oenegismo y por ende continúa y reproduce las prácticas coloniales. Entonces, ciertas organizaciones se reafirman en el proyecto colonial y repiten sus códigos. Dicha situación ocasiona que las feministas de las zonas urbanas expropien la voz de las mujeres de las comunidades indígenas, pues se consideran representantes de las diferentes realidades.
Las luchas feministas en Latinoamérica y el Caribe se desarrollan desde diferentes espacios. Si bien unas consideran hacerlo desde dentro del Estado, para otras las luchas deben hacerse desde fuera. Debido a que los Estados democrático-representativos son reproductores de la colonialidad, el proyecto democrático no se hubiese desarrollado sin las estructuras clasificatorias del género y la raza.
En su base se encuentra la contradicción, pues la desigualdad es permanente en su discurso de igualdad. Existe un tercer grupo de feministas que consideran que las luchas son necesarias desde fuera y desde dentro. En este grupo se ubica Rita Segato (2016):
Frente a esta posición, estamos las que nos preguntamos qué es lo que el Estado puede y no puede hacer por nosotras, y buscamos soluciones dentro y fuera del campo estatal. Las que vamos percibiendo que, casi sin darnos cuenta, hemos ido plegándonos a las estrategias y metas de los feminismos del Norte, que nos llevaron a colocar todas las fichas del juego, sin excepción, en el campo estatal, sin que esto nos haya llevado muy lejos en la dirección de nuestras propuestas y reivindicaciones (p. 172).
Desde el Estado corremos el riesgo del pacto, la obtención de una cuota de poder bañada de la sangre de los genocidios y despojos. Las prácticas políticas de los feminismos de Latinoamérica y el Caribe son propuestas descoloniales. Estas no solo denuncian la base eurocéntrica de diferentes discursos imperantes: gran parte de las propuestas, se dirigen a la recuperación de las historias borradas, así como la construcción de nuevas epistemes y formas de hacer comunidad adecuadas a la pluralidad de realidades
Experiencias como la de las Cómplices, Las Próximas, las Chinchetas, Mujeres Creando, Mujeres Rebeldes, Lesbianas feministas en Colectiva, el Movimiento del Afuera con sus obvias diferencias, desde República Dominicana hasta la Argentina han propuesto un feminismo excéntrico, del afuera, desde la frontera, comunitario, desde los márgenes como espacios posibles de construcción política desde la acción colectiva autogestionada y autónoma que produce teoría propia y un pensamiento descolonizador frente al eurocentrismo y a la teoría y perspectiva de género más conservadora y que cuestiona de fondo la relación saber-poder y la dependencia a las institución ( Ochy Curiel, 2009, p. 6).
La perspectiva descolonial se presenta como propuesta política y epistémica es una ruptura con las estructuras clasificatorias jerárquicas impuestas en América. El pensamiento feminista de nuestra región se posiciona en contra del racismo, del patriarcado (pre colonial y colonial), de la heterosexualidad como norma y de la desigualdad de clase.
Es importante tejer lazos de solidaridad y comunidad en un mundo dominado por la pedagogía de la crueldad. En este mundo, la violencia es festividad y el cuerpo de la mujer el festín. Como lo indica Rita Segato (2016), nos encontramos en un capitalismo apocalíptico en el cual:
La personalidad psicopática parecería ser hoy la estructura de personalidad mejor equipada para operar de forma funcional en el orden de la fase apocalíptica del capital. El perfil psicopático, su ineptitud para transformar el derrame hormonal en emoción y afecto, su necesidad de ampliar constantemente el estímulo para alcanzar su efecto, su estructura definitivamente no-vincular, su piel insensible al dolor propio y, consecuentemente y más aún, al dolor ajeno, su enajenación, encapsulamiento, desarraigo de paisajes propios y lazos colectivos, la relación instrumental y cosificada con los otros... parece lo indispensable para funcionar adecuadamente en una economía pautada al extremo por la deshumanización y la ausencia de límites para el abordaje de rapiña sobre cuerpos y territorios, dejando solo restos. Es así que una pedagogía de la crueldad se presenta como el criadero de personalidades psicopáticas apreciadas por el espíritu de la época y funcionales a esta fase apocalíptica del capital (p. 101 -102).
Los feminismos de nuestra región se enfrentan a nuevos códigos violentos en los cuales el cuerpo de la mujer es el territorio en donde se expresan. Nuestras luchas se intensifican, pues requieren erradicar la estructura machista, racial, de clase y heteronormativa que atraviesa el imaginario de las sociedades y son sustentadas por el aparato estatal.
La ruptura que hace estos pensamientos se dirigen a la consolidación de nuevos mundos desligados de una episteme productora de violencia y desigualdades. Todo discurso que enmascara los códigos de violencia, que sus prácticas son herencias de un pasado histórico sombrío y sangriento, no presenta un verdadero proyecto liberador.
Por Daniela Alfaro Lobo, participante de Agentes de Cambio Honduras, 2021. Estudiante de la carrera de filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y actriz del grupo de teatro universitario Lucem Aspicio.
Curiel, Ochy. (2009). Descolonizando el feminismo. Una perspectiva desde Latinoamérica y el Caribe. Coordinadora Feminista (Federación Estatal de Organizaciones feministas).
Mendoza, Breny. (2010). La epistemología del sur, la colonialidad del género y el feminismo latinoamericano. En Aproximaciones críticas a las prácticas teórico-político del feminismo latinoamericano. Argentina: En la frontera. 19-36.
Segato, Rita. (2016). La guerra contra las mujeres. España: Traficantes de sueño.
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