Friedrich-Ebert-Stiftung en América Central

21.05.2021

Identidades políticas juveniles en Honduras después del Golpe de Estado

Después del Golpe de Estado en 2009, la polarización de los sectores en la sociedad hondureña empujó a las juventudes a asumir posturas sobre lo ocurrido. ¿Cuáles son estas?

Después del Golpe de Estado en 2009, la polarización de los sectores en la sociedad hondureña empujó a las juventudes a asumir posturas sobre lo ocurrido, y con ello a construir y definir sus identidades políticas: militantes, activistas y voluntarios.

Los procesos de organización juvenil en Honduras no son recientes, y pese a que la evidencia no es abundante, podemos rastrear con facilidad las experiencias de las asociaciones estudiantiles de secundaria desde los años setenta.

La década de los ochenta fue una década obscura para las organizaciones juveniles y todo el movimiento popular en Honduras. La Guerra Fría y la triple ocupación militar del territorio nacional, la cual tenía el objetivo de apagar los incendios revolucionarios en la región, tuvo un alto costo para quienes decidieron levantar su voz en defensa de sus derechos o en contra de las políticas estatales.

Estas experiencias de organización juvenil estuvieron marcadas por una fuerte influencia de los partidos de izquierda. Esto permitió generar un fuerte sentimiento de compromiso con la lucha popular y el cambio de sistema político. Sin embargo, con la caída de la Unión Soviética, muchas de las organizaciones y partidos de izquierda quedaron huérfanos de horizonte, hasta desmovilizarse y desaparecer, esta onda expansiva también alcanzó a las organizaciones juveniles.

El cambio de siglo marcó también un cambio de paradigma. Las reivindicaciones ideológicas no desaparecieron, pero pasaron a segundo plano frente las emergentes agendas de la cooperación internacional, que en el caso de Honduras apuntaban al fortalecimiento de la participación ciudadana para la veeduría social de los fondos recibidos para la reconstrucción del país después del Huracán Mitch en 1998.

Golpe de Estado y polarización política

Para el año 2006, la juventud ya se apuntaba algunas victorias importantes, como la construcción y aprobación de la Ley Marco para el Desarrollo Integral de la Juventud, misma que dio vida al Instituto Nacional de la Juventud.

Pese a que este logro había costado varios años de esfuerzo e incidencia, podría decirse que fue un esfuerzo relativamente cómodo respecto a la generación que había abordado el barco del Bloque Popular en la lucha contra los Tratados de Libre Comercio (TLC).

Sin embargo, toda comodidad vio su fin con el Golpe de Estado en 2009, hecho que, entre otras cosas, marcó una nueva era para las organizaciones juveniles en el país, pues se vieron obligadas a asumir una postura respecto a lo acontecido el 28 de junio de 2009. Esta postura implicaría, en años posteriores, el favorecimiento o la persecución por parte del régimen.

El país se polarizó entre “resistencias” y “golpistas”, y surgieron debates entre visiones refundacionales y pro-partido. De igual manera, las organizaciones juveniles también se configuraron, no en dos, sino en tres espectros de participación: los partidos políticos y las organizaciones de corte ideológico, las organizaciones de sociedad civil y los movimientos sociales.

Producto de esta configuración de espectros de participación, también se fueron construyendo las identidades políticas de la juventud: militantes, voluntarios y activistas. Si bien, estas categorías son más bien tipos ideales que guardan una relación identidad política – espacio orgánico, en la práctica se presentan de forma variada y sin seguir necesariamente los supuestos de adscripción que se plantean.

Militancia

En primer lugar, hablaremos sobre la categoría “militante”. Esta categoría se asociada quienes se asumen y presentan desde la izquierda. Además, poseen una herencia orgánica de los años ochenta, ya sea producto de la formación política, memoria histórica o vínculos personales.

Entre las principales características de este grupo, se puede mencionar que tienen una identidad orgánica sólida y definida, tiene un alto grado de sentido de pertenencia con su organización de referencia, y su militancia forma parte fundamental (en algunos casos es la piedra angular) de sus proyectos de vida.

Este alto grado de involucramiento les lleva a asumir responsabilidades en la organización. Otra característica importante de resaltar es que tienen acceso a espacios de toma de decisiones y cuotas de poder, aunque en algunos casos su influencia puede ser mínima.

Es común encontrar este tipo de perfiles en partidos políticos y organizaciones de izquierda, sin embargo, también se observan con frecuencia en los movimientos sociales. En este último caso, suele estar combinado con una inclinación hacia el anarquismo y propuestas autonomistas que ponen en discusión la existencia del Estado.

Voluntariado

Este perfil está asociado directamente con las organizaciones de sociedad civil, y podría decirse que es el estado trascendente al que se llega después de haber sido participante, es decir, parte de la población “beneficiaria” dentro de un proyecto. Este tipo de perfil rompe con cualquier clase de vínculo “político” e ideológico, y prefiere mantenerse al margen de este tipo de discusiones.

En la mayoría de los casos, la integración y el sentido de pertenencia de quienes forman parte de este grupo es menor, por ello su identidad política es transitoria. Sus tareas y responsabilidades son variadas y por lo general, coyunturales, atendiendo a las necesidades de colaboración de las organizaciones en las cuales participan.

Mientras el perfil militante aspira a cambios de carácter sistémico, las apuestas del voluntario, en la mayoría de los casos serán de carácter reformista, y esto no implica que tengan menos valía. Cabe mencionar, que, en la realidad, ambos perfiles se sitúan en espacios “no reconciliables”, relacionándose a partir de las diferencias y no de las coincidencias.

Finalmente, es necesario decir que quienes se encuentran en este grupo, tarde o temprano asumen en papel de representación de ciertos sectores o grupos juveniles. Esto no significa que tengan una influencia real en la toma de decisiones dentro de la organización. Sin embargo, cabe destacar que es posible logren influenciar decisiones externas en el ámbito de las políticas públicas que les atañen, pese a que no siempre sea el caso.

Activismo

Este perfil se caracteriza, más que por su espacio orgánico, es por su no organicidad. Quienes son activistas, por lo general, llevan a cabo su trabajo de forma individual. En muchas ocasiones, incluso les artistas se sitúan aquí. El activismo se encuentra en un dualismo entre quienes están más cercanos a las apuestas reformistas propias de las organizaciones no gubernamentales o quienes prefieren poner en tela de juicio la existencia del Estado mismo.

Entre las características del activismo se puede mencionar que no tiene acceso a cuotas de poder y tampoco la función de representación, así que pese a que su labor sea legitima, esta esta no proviene de la delegación o representación popular, aunque en la mayoría de las ocasiones su voz calza perfecto con las demandas de la población.

Aunque parezca que no tener espacios para la toma de decisiones o la función de representación sea una desventaja, lo cierto es que esto permite que puedan trasladarse de un espacio a otro con facilidad, al mismo que tiempo que su no adscripción les permite cierto margen de libertad en cuanto a sus posicionamientos públicos, al no tener compromisos orgánicos. Cabe destacar que en muchos casos el activismo está ligado al espacio digital, muy en consecuencia a la figura de influencer, independientemente de la magnitud de su alcance.

Las nuevas identidades políticas juveniles

Las identidades políticas de las juventudes están en construcción permanentemente. Pese a que las categorías antes mencionadas siguen teniendo vigencia, encontramos que los límites entre militantes, voluntarios y activistas poco a poco se van desdoblando y doblando, dando vida a algo que me gusta llamar las militancias cruzadas. Sin embargo, esto es material para otro artículo.

Por otra parte, es interesante como ciertas categorías tienen significados totalmente opuestos, una vez que las observamos en perspectiva centroamericana. Es así cómo mientras en Honduras llamarse militante implica ser asociado al pensamiento disidente y a la oposición, en Nicaragua esta misma identidad se ha asociado al pensamiento dogmático y a posiciones oficialistas vinculados al régimen.

Escrito por Elías Alexander Villalta Rodas, estudiante de la carrera de sociología de Universidad Nacional Autónoma de Honduras y director de la Academia de Lidezago Social. Agente de Cambio Honduras, Generación 2015.