Friedrich-Ebert-Stiftung en América Central

21.05.2021

Vivir bien, la necesidad que une a los pueblos

Nos une la historia, el pasado y el futuro, nos une el territorio, el lenguaje y la necesidad de vivir bien. Ahora falta hacerlo.

“Que vayamos todos juntos, que nadie se quede atrás, que todo alcance para todos, que a nadie le falte nada”. David Choquehuanca, actual vicepresidente de Bolivia

Ya que todos compartimos un mismo hogar, que es la Tierra, es imprescindible tener una participación en el manejo del lugar donde vivimos. Existen muchas formas de ver y organizar el mundo que nos rodea. Los modelos o estilos de vida que desarrollan los pueblos y regiones están estrechamente vinculados a la visión que tienen sus gobiernos como administradores del estado y esta visión nos hace sentir bien o mal.

Son las soberanías de los pueblos que buscan un bienestar colectivo. Toda visión distinta debe lograr un equilibrio que permita mantener el orden, la justicia y el respeto para garantizar la armonía, la paz y el progreso de todas las personas.

Por esta razón, resulta preciso conocer y señalar las cosas por su nombre. Así no perdemos el hilo de la historia y rastreamos la verdad en los lugares más recónditos. Esto nos permite buscar la fórmula que nos acerque a la felicidad como un derecho constitucional o como un asunto de interés público. La soberanía se construye haciéndolo de modo individual y colectivo.

¿Querer vivirbien o querer vivir mejor? ¿Con cuál de estas expresiones se identifica?

Conocer qué representa cada una de ellas también es importante para construir democracia y para ubicar qué clase de ciudadanos somos en la región que compartimos.

En palabras del Dr. Oscar Feo Istúriz, “Vivir bien encaja con los aspectos colectivos de las personas y su entorno, busca la satisfacción de las necesidades de todos entre todos, por el contrario, vivir mejor está asociado a una mirada individual, explota el trabajo humano y deteriora la naturaleza”. También nos menciona algunos principios de vivir bien como solidaridad, reciprocidad, complementariedad, armonía con la naturaleza, la honestidad, el trabajo, el respeto, la convivencia colectiva y la igualdad de acceso para todas las personas.

Como individuos que compartimos la misma región, tenemos la obligación de comunicarnos, dialogar, reconocer los problemas y darles una solución que verse por encima de nuestros intereses propios. Es decir, buscar soluciones colectivas que trabajen a los problemas generales como la salud, la educación, la administración de los recursos, la distribución del trabajo, entre otros.

La búsqueda de espacios de poder que permitan generalizar estas prácticas es un llamado de la democracia. Es más, hacerlo desde cada trinchera, con cada persona, en cada momento; hacerlo con el pensamiento, con la palabra, con el ejemplo – eso es un deber de todas las personas.

Algo que distingue a las generaciones de cambio es el compromiso de ejercer soberanía, de ser protagonistas y reconstruir la historia. Les distingue la necesidad de aprender y poner en práctica, de luchar desde las cosmovisiones propias, desde los orígenes de sus pueblos y sus conocimientos.

Los pueblos originarios en Bolivia se han convertido en un ejemplo de cómo la sabiduría colectiva alcanza espacios de poder y crea Soberanía. El vicepresidente David Choquehuanca, un indígena aymara señala:

“Los pueblos de las culturas milenarias, de la cultura de la vida mantenemos nuestros orígenes desde el amanecer de los tiempos remotos. Los hijos hemos heredado una cultura milenaria que comprende que todo está interrelacionado, que nada está dividido y que nada está fuera. Por eso nos dicen que todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todos tengan todo y que a nadie le falte nada. Que el bienestar de todos es bienestar de uno mismo, que ayudar es motivo de crecer y ser feliz, que renunciar en beneficio del otro nos hace sentir fortalecidos, que unirnos y reconocernos en el todo es el camino del ayer, hoy mañana y siempre de donde nunca nos hemos alejado”.

Esta es la visión de un colectivo. El pueblo de Bolivia ha puesto en práctica esta filosofía de vida, lo cual denota un progreso, como comunidad, con la práctica del buen vivir o vivir bien. Su visión de mundo emerge desde sus orígenes ancestrales, trayendo una ola que está rompiendo los paradigmas impuestos por el modelo colonial.

El vivir bien no es lo mismo que vivir mejor. Vivir mejor marca una separación entre cada individuo, crea una brecha que clasifica a las personas concediendo ventajas a unas sobre otras; encarna la discriminación, el racismo, la violencia y sobrexplotación de los recursos naturales. El vivir mejor individualiza las necesidades desde un aspecto personal y mercantiliza los recursos poniéndolos a disposición únicamente para quienes puedan pagar por ellos, un claro ejemplo es la mercantilización de la salud.

El vivir mejor es a costa del otro. Es egoísmo, desinterés por los demás, individualismo y pensar únicamente en el lucro – no en el bienestar colectivo. Para vivir mejor se hace necesario explotar al prójimo, se produce una profunda competencia, se concentra la riqueza en pocas manos.

Sin ahondar en los resultados de los modelos de vida mencionados, se pueden reconocer las prácticas predominantes en cada país y medir sus consecuencias. Es importante preguntarse: ¿qué visión de vida se aplica en la región? ¿cuáles son sus implicaciones, cómo nos afecta? Hay que aprender a medir el tiempo, ¿en qué medida se está progresando, evolucionando colectivamente? ¿cuánto es el deterioro de las sociedades y recursos?, ¿cuántas generaciones tomara recuperarse? Hay que tener conciencia de lo que pasa, saber y conocer lo que queremos, lo que buscamos, lo que nos une.

Nos une la historia, el pasado y el futuro, nos une el territorio, el lenguaje y la necesidad de vivir bien. Ahora falta hacerlo.

Escrito por Maricela Perdomo. Agente de Cambio Honduras 2020.