La crisis que se avecina con el cambio climático no tiene igual. ¿Qué podemos hacer, como personas jóvenes y como región, para mitigar esta emergencia?
Contacto: eduardopvillalta20(at)gmail.comSi la crisis provocada por la pandemia de la COVID19 te parece difícil de afrontar, la que se avecina con el cambio climático no tiene igual. Para mitigar los efectos de la pandemia de la COVID19, primó el actuar político de urgencia; en mitigar el cambio climático aún no. El cambio climático antropogénico, como tal, ha sido ocasionado por un modelo de desarrollo de visión a corto plazo, insostenible, basado en la degradación, contaminación y extracción indiscriminada de los recursos a nivel mundial; así como una creciente dependencia de los combustibles fósiles (Lazo, 2020). Con estos modelos de desarrollo contaminantes se desestabilizan los ciclos naturales de los ecosistemas, reduciendo su capacidad de resiliencia. Se estima que las actividades humanas han causado un calentamiento global de aproximadamente 1.0° C con respecto a los niveles preindustriales, la ciencia reciente sugiere que el número de ciclones tropicales graves aumentará con cada décimo de grado de aumento de la temperatura media mundial (Eckstein et al., 2021).Para el año 2016 en América Central se emitieron alrededor de 132 megatoneladas de CO2 equivalente (Mt de CO2 eq), lo que representa el 0.26% de las emisiones mundiales (Bárcena et al., 2020). El caso es paradigmático, ya que, se producen bajas emisiones de carbono, pero se tiene una alta vulnerabilidad a los efectos ocasionados por el cambio climático. Para el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el riesgo climático resulta de la interacción de la exposición, los peligros y la vulnerabilidad que afectan al sistema que se analice, el cual estará influenciado tanto por el clima como por procesos socioeconómicos, en los que se pueden generar impactos y emisiones de gases de efecto invernadero (IPCC, 2014). La vulnerabilidad se traduce en eventos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Un ejemplo claro son los dos huracanes consecutivos, Eta e Iota, que tuvieron una intensidad y fuerza gigantesca, dejando a su paso más de seis millones de personas afectadas directamente (PAHO, 2020).La situación climática del istmo centroamericano es influenciada por los océanos Pacifico y Atlántico con efectos importantes en la generación de eventos climáticos extremos, con secuelas sobre la vida y desarrollo de la población. Estos eventos climáticos ocasionan deslizamientos de suelo, generando centenas de muertos, destrucción de infraestructura y medios de vida de miles de familias campesinas y daños en zonas urbanas (CCAD, 2018). Reducir estos efectos es un reto que debe sobrepasar fronteras para unirnos y generar alianzas estratégicas entre países, a escala regional y mundial que permitan acciones estratégicas concretas. Esto marca un gran reto para los gobiernos y les obliga a poner en práctica sus capacidades para gestionar correctamente la crisis. La importancia de la región Centroamérica radica en la alta biodiversidad presente en la zona, donde se alberga el 7% de la biodiversidad del planeta Tierra, lo que nos indica que hay alta diversidad de ecosistemas, genes y especies (Pedroni & Jiménez, 2002). En la actualidad se están llevando a cabo procesos graves de degradación de ecosistemas y destrucción de diversidad biológica (Bárcena, 2020). Las pérdidas de biodiversidad también actúan como catalizador para la expansión de virus y de enfermedades infecciosas (Rodríguez, 2020). En las últimas décadas hemos observado un aumento en la aparición de enfermedades zoonóticas como: las del SARS, el H7N9, el H1N1, SARS-CoV-2, el Ébola y otras, transmitidas a los humanos a través animales (Ortiz, 2020). Este “salto” de enfermedades es propiciado por el cambio de uso de la tierra, comercio ilegal de especies y efectos ocasionados por el cambio climático. La globalización juega un papel elemental en la rápida propagación de estas enfermedades alrededor del mundo. La pérdida de la biodiversidad también afecta directamente los procesos políticos, sociales y culturales de cada país. Esto incide en los modelos económicos y aumenta la vulnerabilidad socioambiental de muchas poblaciones, lo cual, genera condiciones de inestabilidad y desigualdad económica, donde los grupos históricamente marginados son los más vulnerables. Las condiciones sociales de inseguridad y pobreza ocasionadas por el cambio climático y la inestabilidad política generan procesos de movilidad social para la migración a países del norte como Estados Unidos de América donde las personas buscan mejores oportunidades laborales y así garantizar un mejor futuro a sus familias. La juventud centroamericana tiene un gran reto por delante en la lucha por mitigar y reducir los efectos del cambio climático. Dicho cambio sólo será posible con la participación e involucramiento directo de las personas jóvenes en la creación de políticas públicas y acciones comunitarias contundentes que se apeguen a un modelo de vida más sostenible y sustentable. El cambio climático es un problema a nivel mundial, son necesarias medidas locales y regionales para combatirlo. Acciones para mitigar y adaptarse al cambio climático En su discurso en la Universidad de Columbia (2020), Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, habla de tres imperativos que se deben abordar para contrarrestar la crisis climática. Primero, lograr la neutralidad en carbono mundial en las próximas tres décadas; segundo, armonizar las finanzas mundiales con el Acuerdo de París, en específico, con el plan mundial de medidas relacionadas con el clima. Por último, es preciso dar un gran paso adelante en la adaptación preventiva, reactiva y planificada, con el fin de proteger al mundo, y especialmente a las personas y países más vulnerables como la región centroamericana. Para garantizar el cumplimiento de estos imperativos son necesarias actividades en conjunto como: la implementación de soluciones basadas en la naturaleza (SbN) en las ciudades, implementación de sistemas silvopastoriles en la ganadería, servicios de transporte urbanos más eficientes, mejorar la eficiencia energética e implementar el uso de energías renovables, uso de especies vegetales que se adapten a la variabilidad del clima y restauración de ecosistemas por medio de regeneración natural asistida. Las medidas de adaptación y mitigación ayudan a los ecosistemas naturales a tener un mayor grado de resiliencia ecosistémica, y con esto garantizar que los servicios ecosistémicos puedan satisfacer las necesidades de la población como: acceso al agua potable, aprovechamiento de recursos forestales y no maderables, belleza escénica, seguridad alimentaria y regulación del clima. Es preciso tomar en cuenta las formas de vida y relaciones históricas de las poblaciones locales con la naturaleza presentes en cada país para llegar a mecanismos de control y monitoreo de amenazas que puedan ser activados en cualquier momento y se garantice una rápida respuesta. Todas las medidas deben ser propiciadas por los gobiernos locales y creadas en un marco de participación ciudadana activa y democrática, para garantizar que su implementación sea eficiente y eficaz. La voluntad política y la participación libre e informada de la sociedad civil serán imperativos para su correcta implementación. Para esto, debemos garantizar un marco democrático sólido y de justicia social.Los países centroamericanos deben homologar la terminología utilizada para el abordaje de temas relacionados con el cambio climático, adaptación y mitigación con el objetivo hacer más fáciles los procesos de toma de decisiones. Esto ayudará a promover acciones conjuntas y entender mejor las dinámicas del cambio climático. Por todo lo mencionado, el pueblo centroamericano debe tener un sentido en común para preservar sus bienes y servicios naturales, se deben satisfacer las necesidades presentes de forma sostenible y sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de utilizar los mismos beneficios. Como región, es primordial cuestionar los modelos de producción, políticos y económicos para modificarlos conforme al momento histórico presente y proyectado a un mejor futuro.
Contacto: eduardopvillalta20(at)gmail.com
Si la crisis provocada por la pandemia de la COVID19 te parece difícil de afrontar, la que se avecina con el cambio climático no tiene igual. Para mitigar los efectos de la pandemia de la COVID19, primó el actuar político de urgencia; en mitigar el cambio climático aún no.
El cambio climático antropogénico, como tal, ha sido ocasionado por un modelo de desarrollo de visión a corto plazo, insostenible, basado en la degradación, contaminación y extracción indiscriminada de los recursos a nivel mundial; así como una creciente dependencia de los combustibles fósiles (Lazo, 2020). Con estos modelos de desarrollo contaminantes se desestabilizan los ciclos naturales de los ecosistemas, reduciendo su capacidad de resiliencia.
Se estima que las actividades humanas han causado un calentamiento global de aproximadamente 1.0° C con respecto a los niveles preindustriales, la ciencia reciente sugiere que el número de ciclones tropicales graves aumentará con cada décimo de grado de aumento de la temperatura media mundial (Eckstein et al., 2021).
Para el año 2016 en América Central se emitieron alrededor de 132 megatoneladas de CO2 equivalente (Mt de CO2 eq), lo que representa el 0.26% de las emisiones mundiales (Bárcena et al., 2020). El caso es paradigmático, ya que, se producen bajas emisiones de carbono, pero se tiene una alta vulnerabilidad a los efectos ocasionados por el cambio climático.
Para el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el riesgo climático resulta de la interacción de la exposición, los peligros y la vulnerabilidad que afectan al sistema que se analice, el cual estará influenciado tanto por el clima como por procesos socioeconómicos, en los que se pueden generar impactos y emisiones de gases de efecto invernadero (IPCC, 2014).
La vulnerabilidad se traduce en eventos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Un ejemplo claro son los dos huracanes consecutivos, Eta e Iota, que tuvieron una intensidad y fuerza gigantesca, dejando a su paso más de seis millones de personas afectadas directamente (PAHO, 2020).
La situación climática del istmo centroamericano es influenciada por los océanos Pacifico y Atlántico con efectos importantes en la generación de eventos climáticos extremos, con secuelas sobre la vida y desarrollo de la población. Estos eventos climáticos ocasionan deslizamientos de suelo, generando centenas de muertos, destrucción de infraestructura y medios de vida de miles de familias campesinas y daños en zonas urbanas (CCAD, 2018).
Reducir estos efectos es un reto que debe sobrepasar fronteras para unirnos y generar alianzas estratégicas entre países, a escala regional y mundial que permitan acciones estratégicas concretas. Esto marca un gran reto para los gobiernos y les obliga a poner en práctica sus capacidades para gestionar correctamente la crisis.
La importancia de la región Centroamérica radica en la alta biodiversidad presente en la zona, donde se alberga el 7% de la biodiversidad del planeta Tierra, lo que nos indica que hay alta diversidad de ecosistemas, genes y especies (Pedroni & Jiménez, 2002). En la actualidad se están llevando a cabo procesos graves de degradación de ecosistemas y destrucción de diversidad biológica (Bárcena, 2020).
Las pérdidas de biodiversidad también actúan como catalizador para la expansión de virus y de enfermedades infecciosas (Rodríguez, 2020). En las últimas décadas hemos observado un aumento en la aparición de enfermedades zoonóticas como: las del SARS, el H7N9, el H1N1, SARS-CoV-2, el Ébola y otras, transmitidas a los humanos a través animales (Ortiz, 2020).
Este “salto” de enfermedades es propiciado por el cambio de uso de la tierra, comercio ilegal de especies y efectos ocasionados por el cambio climático. La globalización juega un papel elemental en la rápida propagación de estas enfermedades alrededor del mundo.
La pérdida de la biodiversidad también afecta directamente los procesos políticos, sociales y culturales de cada país. Esto incide en los modelos económicos y aumenta la vulnerabilidad socioambiental de muchas poblaciones, lo cual, genera condiciones de inestabilidad y desigualdad económica, donde los grupos históricamente marginados son los más vulnerables.
Las condiciones sociales de inseguridad y pobreza ocasionadas por el cambio climático y la inestabilidad política generan procesos de movilidad social para la migración a países del norte como Estados Unidos de América donde las personas buscan mejores oportunidades laborales y así garantizar un mejor futuro a sus familias.
La juventud centroamericana tiene un gran reto por delante en la lucha por mitigar y reducir los efectos del cambio climático. Dicho cambio sólo será posible con la participación e involucramiento directo de las personas jóvenes en la creación de políticas públicas y acciones comunitarias contundentes que se apeguen a un modelo de vida más sostenible y sustentable. El cambio climático es un problema a nivel mundial, son necesarias medidas locales y regionales para combatirlo.
En su discurso en la Universidad de Columbia (2020), Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, habla de tres imperativos que se deben abordar para contrarrestar la crisis climática. Primero, lograr la neutralidad en carbono mundial en las próximas tres décadas; segundo, armonizar las finanzas mundiales con el Acuerdo de París, en específico, con el plan mundial de medidas relacionadas con el clima. Por último, es preciso dar un gran paso adelante en la adaptación preventiva, reactiva y planificada, con el fin de proteger al mundo, y especialmente a las personas y países más vulnerables como la región centroamericana.
Para garantizar el cumplimiento de estos imperativos son necesarias actividades en conjunto como: la implementación de soluciones basadas en la naturaleza (SbN) en las ciudades, implementación de sistemas silvopastoriles en la ganadería, servicios de transporte urbanos más eficientes, mejorar la eficiencia energética e implementar el uso de energías renovables, uso de especies vegetales que se adapten a la variabilidad del clima y restauración de ecosistemas por medio de regeneración natural asistida.
Las medidas de adaptación y mitigación ayudan a los ecosistemas naturales a tener un mayor grado de resiliencia ecosistémica, y con esto garantizar que los servicios ecosistémicos puedan satisfacer las necesidades de la población como: acceso al agua potable, aprovechamiento de recursos forestales y no maderables, belleza escénica, seguridad alimentaria y regulación del clima.
Es preciso tomar en cuenta las formas de vida y relaciones históricas de las poblaciones locales con la naturaleza presentes en cada país para llegar a mecanismos de control y monitoreo de amenazas que puedan ser activados en cualquier momento y se garantice una rápida respuesta.
Todas las medidas deben ser propiciadas por los gobiernos locales y creadas en un marco de participación ciudadana activa y democrática, para garantizar que su implementación sea eficiente y eficaz. La voluntad política y la participación libre e informada de la sociedad civil serán imperativos para su correcta implementación. Para esto, debemos garantizar un marco democrático sólido y de justicia social.
Los países centroamericanos deben homologar la terminología utilizada para el abordaje de temas relacionados con el cambio climático, adaptación y mitigación con el objetivo hacer más fáciles los procesos de toma de decisiones. Esto ayudará a promover acciones conjuntas y entender mejor las dinámicas del cambio climático.
Por todo lo mencionado, el pueblo centroamericano debe tener un sentido en común para preservar sus bienes y servicios naturales, se deben satisfacer las necesidades presentes de forma sostenible y sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de utilizar los mismos beneficios. Como región, es primordial cuestionar los modelos de producción, políticos y económicos para modificarlos conforme al momento histórico presente y proyectado a un mejor futuro.
Escrito por Edgar Eduardo Parada Villalta. Agente de Cambio 2019. Estudiante de sociología con especialidad en género y etnicidad de Guatemala e ingeniería agronómica en recursos naturales y renovables.
Bárcena, A., Samaniego, J., Peres, W., & Alatorre, J. (2020). La emergencia del cambio climático en América Latina y el Caribe ¿Seguimos esperando la catástrofe o pasamos a la acción? Santiago: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
CCAD, S. (2018). Estrategia regional de cambio climático (ERCC) actualizada. Plan de acción 2018 - 2022.
Eckstein, D., Künzel, V., & Schäfer, L. (2021). Índice de Riesgo Climático Global 2021 ¿Quiénes sufren más a causa de los eventos climáticos extremos? Berlin.
Guterres, A. (2020). The state of the planet. New York, United States of America.
IPCC. (2014). Cambio climático 2014: Impactos, adaptación y vulnerabilidad. Resúmenes, preguntas frecuentes y recuadros multicapítulos . Contribución del Grupo de trabajo II al Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Ginebra: Organización Meteorológica Mundial.
Lazo Vega, M. A. (2020). Centroamérica y el cambio climático: De la planificación a la acción. Realidad y Reflexión. Revista semestral enero - junio 2020, 75 - 105.
Ortiz, G. (2020). Pandemias, zoonosis y comercio de animales silvestres. Revista de Bioética y Derecho no. 50.
Pan American Health Organization and World Health Organization. (2020). Initial Donor Alert & Funding Request - Hurricanes Eta and Iota. Washington, D.C.
Pedroni, L., & Jiménez, M. (2002). Biodiversidad: el problema y los esfuerzos que se realizan en Centroamérica. Costa Rica: CATIE.
Rodríguez, B. (12 de mayo de 2020). Ayuda en acción. Obtenido de COVID19 y cambio climático: cinco lecciones que nos deja la pandemia.
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