Friedrich-Ebert-Stiftung en América Central

19.07.2021

Un maestro lleno de colores

En Honduras, el profesorado diverso cuenta con una gran cantidad de obstáculos para ejercer su profesión. ¿Qué podemos hacer para asegurar una mayor diversidad sexual en la docencia?

Con el pasar de los años, el personal docente se convierte en personas muy importantes y de una marcada participación en la transformación personal y social de las transitorias generaciones. Muchas de estas personas tienen influencia en los saberes teóricos, científicos y prácticos, así como el acompañamiento, fortalecimiento y rescate de los valores morales y éticos en cada une de sus estudiantes. 

Recordamos al profesor por algo peculiar de su ser: esto incluye sus expresiones corporales, su forma de impartir la clase, sus regaños, correcciones e incluso algo más específico, por su orientación sexual o identidad de género.

Partiremos de la principal premisa de este fenómeno educacional en Honduras, y nos haremos las siguientes preguntas: ¿He tenido algún maestro gay en mi formación académica? ¿Cómo lo recuerdo? Son preguntas que raras veces nos las planteamos como estudiantes o como profesionales, preguntas que enlazan muchas más interrogantes, fenómenos sociales dentro y fuera de la esfera de educación, tanto pública como privada.

Es muy característico que personas LGBTI+ opten por carreras universitarias sociales humanistas o profesiones que conlleven una estrecha relación con otras personas de manera individual. También pueden desarrollarse en trabajos de grupos organizados, como facilitadores o docentes en una educación formal. Al decir esto, no se pretende generalizar sobre la poca o mucha incidencia que se pueda presentar de acuerdo a las exigencias requeridas de manera personal o institucional. 

Otras personas dirán que exteriorizar la sexualidad y expresiones que no sean frecuentes dentro de su género es inmoral y no apto o aceptado para formar o educar a demás personas. Se nos dice que en nuestras horas laborables no podemos ser tan “obvios”,  que fuera de nuestro espacio de trabajo podemos hacer o ser quienes queramos. Con esto me atrevo a mostrar el mejor de los escenarios, en otra instancia se da el despido inmediato.

En los procesos de selección de personal de cualquier institución educativa (privada), se nos cohíbe nuestra personalidad de muchas maneras. No se nos da la oportunidad de postular de una manera abierta al puesto de trabajo, ignorando así el grado académico, talentos extra curriculares y experiencia laboral. Se romantiza la discriminación y la homofobia dentro del centro educativo con el rebozo de “políticas internas y fundamentalismos religiosos” mismas que aplican también para los estudiantes diversos en algunos de los casos.

De un estudiante maricón a un docente gay

Desde una temprana edad cuestionamos nuestra orientación sexual. Esto es considerablemente normal y aceptable, desde nuestra ingenuidad adolescente y desconocimiento de los cuerpos disidentes. En esos años también existe una presión familiar y social por adoptar ciertas actitudes y corporalidades. Por esta razón, vamos formando una propia identidad o expresión de resistencia a la heteronormatividad.

El acoso y la discriminación nunca se imaginaron crear un fenómeno tan diverso, dinámico, talentoso y potente dentro de la academia en general. Dentro de la educación superior (UPNFM) todavía no se cuenta con un programa o atención a la diversidad sexual de futuros docentes, mucho menos al momento de presentar una denuncia de acoso o discriminación. 

Nos venden la idea de una falsa inclusión y diversidad étnica y cultural de estudiantes que aloja la máxima casa de estudios formadora de docentes en Honduras. Sin embargo, dicho lugar tiene antecedentes históricos de sera una institución conservadora, machista, homofóbica y con repetidos actos de discriminación por parte de estudiantes, autoridades incluso por maestros en los pasillos y aulas de la misma institución. 

Pero ahora ya no somos aquellos que nos señalaban en los pasillos del colegio o la universidad, incluso por los mismos docentes. Ahora, como maestros diversos, nos anteponen nuestro título de pregrado o por nuestros méritos institucionales antes de llamarnos “maricones o culeros” en el buen o mal sentido que esto represente. 

Siempre se nos interpondrán quejas por parte de los padres y madres de familia al saber que un hombre gay es el encargado de la educación de su hijo o hija. Más de alguna vez hemos escuchado comentarios en el proceso de matrícula a inicio de año en los centros educativos.

Un sistema viciado para la diversidad sexual en docencia

Hago hincapié de esta problemática en el sistema educativo privado, porque este es el que por lo general presenta las diferentes manifestaciones de discriminación hacia los profesores homosexuales a la hora de su contratación o en el desempeño de sus labores. No podríamos decir lo mismo del sistema público (claro que hay sus excepciones) porque se hace una contratación directa por medio de un proceso de selección académico de los aspirantes a una plaza. 

Cabe mencionar también que muchos maestros son obligados a optar por estos espacios en el sector privado por la deficiente, viciada y corrupta selección en los concursos a nivel nacional por la Secretaría de Educación.

Que el hablar ahora de un profesor gay sea sinónimo de buen trabajo, dedicación y entrega para sus estudiantes y no de rechazo por su forma de comportarse es precisamente para que no se sigan reproduciendo todos esos comportamientos de odio y desplazamiento de oportunidades para docentes sexualmente diversos. 

El accionar de manera inmediata e interpelar todas estas acciones nos puede dar ese repunte a la verdadera inclusión en la educación hondureña. Es importante que seamos precisamente nosotros, los maestros diversos, los llamados a interponer todo aquello que nos margina y discrimina dentro de nuestra profesión y vocación para enseñar a las futuras generaciones de nuestro país. 

Pensemos en realidad si los maestros diversos son el problema o la estructura educacional no funciona de la manera correcta. Somos nosotros quienes etiquetamos y codificamos a los seres humanos en los múltiples espacios en los que nos desenvolvemos. Los maestros enseñamos ciencia y academia, mientras que la parte moral se aprende en casa y se reproduce en la escuela o colegio. 

Que el respeto a la diversidad sea un pilar más de la educación y que los colores sean utilizados para desechar todo aquello que ha sido tradicionalmente gris en la educación de Honduras.